Crónica cortesía de Andrés

 

“Si abandonas, serás humano… si acabas, serás eterno”, ese era el titulillo que acompañaba esta prueba, queriendo dar idea de que superarla sería un plus para el curriculum de cualquier corredor.

Y me quedaba la sensación de que me iba a quedar un periodo vacío de carreras hasta dar finalizada la temporada, así que me animé a participar en ella.
Reconozco una cierta preocupación los días anteriores, sobre todo al leer los comentarios de corredores de ediciones anteriores, y las secuelas de su participación.

Pero además tenía la sensación de haberme relajado algo desde la Media Maratón de Coria, con una semana de descanso entera y pocos entrenamientos después.

Seguí la misma tónica de preparación de carreras anteriores: disciplina en toma de antialérgicos, refuerzo de espalda, y pasta, y me eché para la carrera un par de esos geles y aminoácidos los metí en el bolsillito de las calzonas de la carrera por si las fuerzas me fallaban, además de una gorra porque esperaba que el sol nos diese durante toda la carrera.

Poner el despertador un domingo a las 6 es uno de los sacrificios que pide esta carrera, así que no podía fallar a la hora de acostarme e intentar dormir. Y efectivamente, duermo a la primera, a diferencia de ocasiones anteriores.

Somos pocos Zapatones los que en esta ocasión vamos, tanto sólo Barrios, Luismi y un servidor salimos desde Coria, a los que se unirá Merche, y Antonio, ya en Aldeanueva de la Vera, inicio y final de la carrera.

No llegamos muy sobrados de tiempo, incluso una cola lenta en la recogida de dorsales hace que tengamos que espabilarnos con poco más de 15 minutos antes de la salida, aunque creo que al final se retrasó algo.

Salimos todos los Zapatones agrupados y todos al final del pelotón multicolor, aunque estaba seguro que por poco tiempo,. El recorrido discurre por las calles de Aldeanueva, poco público a eso de las 8h30m de un domingo, algún valiente en pijama nos ve pasar a la puerta de casa.

Vamos saliendo del pueblo hasta que cogemos callejas que discurren por huertos y después de pasar un puente de piedra empezamos a subir. Me noto inmensamente cansado, sin ganas de correr, con lo que creo que los 25 km se me van a hacer eternos, nunca mejor dicho. Esas callejas no dan mucho de sí, así que vamos en una hilera de manera que de vez en cuando nos cedemos el paso cuando vemos que el de atrás lleva un mejor ritmo que el nuestro.

Muy cansado, no creo que sea deportivamente por que he bajado el ritmo en las últimas semanas, ya sin baloncesto y sin haber sido muy constante en los entrenamientos de carreras. Quizás los últimos madrugones laborales, y estar descansando poco, me estén pasando factura.

No tengo reparos en empezar a andar en cuanto veo las primeras cuestas. Ya de los últimos de la carrera, cuando veo al anterior empezar a andar y alcanzo el punto en el que él ha dejado de correr, intento seguir corriendo un par de metros más, pero finalmente no dudo en empezar a andar. Miro de vez en cuando para atrás, Merche se ha distanciado un poco de mí; la verdad que la ví tan fuerte en Coria que pensé que me iba a costar mucho seguir su paso, creo que también está prudente.

Por delante, unos pocos corredores se han ido distanciando de mí. Por detrás, Merche encabeza el grupo “perseguidor”, y todos los que estamos próximos parecemos seguir el mismo patrón: fuertes pendientes supone empezar a andar, cuando el terreno se llanea algo, intentamos correr. Yo lo hago con un correr cansado, un trote muy relajado, por ese cansancio que parece dominarme y por prudencia.

A esas alturas mi cabeza está jugando con los pensamientos de si merece la pena apretar en esos llanos, algunos falsos, y así compensar el tiempo que pierdes en las cuestas, o ser prudente. Creo que en esos primeros kilómetros de una carrera desconocida para mí, y con fama de ser la más dura de Extremadura, me puede la prudencia, o por lo menos lo intento justificar así.

Antes del km 5 adelanto a un corredor de Guadalupe, lo conozco por haber estado un tiempo juntos en la carrera de los Artesanos. Entonces llegamos casi a la par, pero ahora le adelanto, aunque no con la seguridad de que será definitivo. El siguiente es un corredor más mayor, de Lanchacabrera de Jaraíz de la Vera, su ritmo parece más bajo que el mío, perdiendo metros cuando yo corro y manteniéndose en las cuestas. Acabo alcanzándolo, por supuesto con un saludo de ánimo, manteniéndose a la par durante unos metros pareciendo más motivado al tener mi compañía, pero le supero y empiezo a marcarle metros.

En el km 5 se sitúa el avituallamiento, justo en ese punto iniciamos una fuerte pendiente que serpentea en el terreno. Esas dobleces del trazado me permite ver los perseguidores, manteniéndose las distancias. Merche está apenas a 100 m, parece que seguimos la misma tónica en el planteamiento de la carrera.

Sorprendentemente a partir de esa subida, empezamos a bajar… mi cabeza piensa que es malo bajar sin haber llegado al punto más alto de la carrera, por que nos tocará una subida final con más pendiente, es como perder lo subido y ya ganado, aunque también es una ventaja porque vamos recortando fácilmente metros a la carrera.

Más sorprendente es que alcanzo a un corredor mejor preparado, aparentemente, en la bajada y en el llano; el saludo de ánimo no falta, cruzamos un pequeño arroyo y me comenta que se ha mojado los pies, yo le digo que lo tenía que haber tomado como yo lo hice. Pero en otra fuerte pendiente, me supera fácilmente, sobre todo porque las afronta trotando mientras que yo voy andando.

Alcanzo a otro corredor, de Cáceres, en las subidas, comentamos que lo duro está por llegar, pero le marco rápidamente una distancia. Este trazado con bastantes llanos y bajadas, hace que llegue pronto al 2º avituallamiento… allí ya se aprecia la subida que hay que tomar. Como algo de lo que ofrecen, no abuso del acuarius que me dará sed y termino bebiendo agua con un trozo de naranja.

La ascensión empieza… una trocha de cabras es una autopista comparado con el trazado del perfil… entre retamas y torbisqueras que te van rozando las piernas… espero la reacción alérgica en las pierdas con tanto roce. No me preocupa… a pesar de la dificultad el corredor cacereño me sigue a pocos metros. Llegamos a un punto en que la “senda” desaparece, y hay que empezar a subir entre masas graníticas y peñascos, los brazos empiezan a funcionar. De vez en cuando miro para atrás, el cacereño me mira con expresión de “vaya sitio por el que nos han metido”… parezco encabezar la subida, entre piedras, retamas, tomando el aire y observando a los que vienen por detrás, y escuchando, no viendo, a los que van por delante.

Al cabo de un rato parezco haber coronado una pequeña cumbre culminada por unos grandes peñascos en donde se sitúa un control de dorsales… me dice que el agua se le ha acabado, no importa. Sigo entre piedras y retamas, pisando las rocas que parecen asomar, y que la única seguridad que te dan es que ves lo que estás pisando.

El corredor cacereño ya se ha distanciado de mí, y el siguiente es el de Jaraíz. Por delante, un par de camisetas rojas me preceden. Pero me sorprende escuchar conversaciones bastante animadas, como voz de mucha gente… levanto la cabeza y veo que su origen corresponde a una hilera salteada de corredores con camisetas de colores que me marcan el trazado de la carrera, todos en hilera andando y ascendiendo por un monte situado enfrente.

El recorrido se presenta como una fuerte ascensión, en una estrecha senda que parece ascender hacia un monte y en algún caso andando entre grandes piedras. Mirando me parece apreciar una camiseta de Zapatones Running, a unos 100 m lineales, a 500 m de dificultades. No recuerdo el color de la gorra y calzonas de Luismi, pero diría que era él, aunque me sorprende su posición tan atrasada. Al cabo de un rato parece que me he acercado, ya estoy seguro de que se trata de él. Cuando le veo, le saludo con la mano, y es que el ir andando entre estos peñascos te permite esos detalles. “Estoy reventado” me dice gritando. “No eres el único” le respondo.

Sigo ascenciendo por esa senda de fuerte pendiente, pero muy dificultosa por la gran cantidad de piedras. Alcanzo la posición de una chica que está de fotógrafa, ligera pose y a seguir ascendiendo, aunque antes me explica que ya estoy llegando al punto más alto. Al final no me está pareciendo tan dura si es cierto que ya voy a coronar. Alcanzo a un par de personas de la organización, de los que no sé exactamente su función, uno de los cuales está cogiendo agua de unos de esos acuíferos superficiales que matan esa agua tan cristalina y que hacen que pasemos por una zona muy encharcada. Me ofrece agua que por supuesto acepto. Independientemente de su origen, el agua lo agradezco sobretodo siendo tan trasparente.

Cruzo por una especie de pradera, muy húmeda, lo que hace que muchas veces mis zapatillas respondan con “chap, chap, chap…”, empezando a tiznarse de un color negruzco, aunque al final ya no hago por esquivar esos humedales. A Luismi he dejado de verle, también puede ser por la topografía oscilante del terreno, pero espero su recuperación. Yo por el contrario noto algo de hambre, así que me meto uno de los geles, en este caso el de frutas.

Superada esa pradera, la senda marcada continúa con senderitos de 1 pie de espesor que parecen ir sorteando las retamas de casi 2 metros de altura. Esto hace que muchas veces no alcances a ver dónde pones el pie. Mi estrategia en ese caso es que en cuanto veo unos metros libres aprovecho la tendencia descendente de la carrera y empiezo a correr sin perder de vista donde pongo el pie. Cuando no veo dónde pongo el pie, la prudencia me hace avanzar andando.

Después de superadas estos matorrales, o al menos la zona tan espesa, cruzamos un arroyo en donde otro fotógrafo no espera, y continuamos el descenso por una senda muy similar. En este caso nos encontramos también con una fuerte pendiente, tanto que a veces cuando empiezas a correr con la inercia te sales del trazado y tienes que agarrarte a las retamas próximas. Un par de veces, el pie se me va, ligeras torceduras, lo cual hace que se encienda la alarma de la prudencia, más aún.

Mirando hacia atrás veo que el corredor de Cáceres viene como una flecha… lo veo un poco peligroso por el recorrido. No tengo reparos en apartarme y cederle el paso, a lo que el corresponde con un toque en el hombro y sus ánimos. Yo sigo descendiendo mirando cada paso que no impide alguna medio salida, algún tropezón que está a punto de llevarme al suelo… a pesar de eso alcanzo a un corredor que también me deja pasar, y que va andando tranquilamente en el descenso.

Las voces que escucho me permiten pensar la proximidad de un punto de avituallamiento, y efectivamente, cerca de la presa que panorámicamente hemos podido apreciar durante gran parte de la ascensión y descenso, se encuentra situado un punto de avitullamiento. Allí está Luismi repostando, y coincidimos. Tras saludarnos, hablo con uno de los encargados del avituallamiento: es un corredor de Aldeanueva que conozco por que hace la lectura de los contadores de Zulueta, que no participa por encontrarse lesionado.

Empieza a llegar algún corredor más, y es que en las carreras de montaña ese ambiente romero en los avituallamientos es de lo que más me gusta.

Luismi y yo continuamos juntos, y aunque me asegura que está muy reventado no creo que sea tanto para no dejarme atrás. El camino ya es un camino, y además con pendiente favorable, así que nuestro ritmo es mayor… le digo que he de parar… y es que con los terrenos sueltos no falla la china que se me mete en la zapatilla. Le alcanzo y continuamos, me sorprende que yo encabece la pareja de Zapatones, empiezo a pensar que no está en su momento, de hecho parece quedarse atrás en algún tramo. Cuando la pendiente es ascendente no dudamos en andar, pero soy el primero en iniciar el trote cuando el terreno vuelve a llanear.
Superado el km 15, alcanzamos al corredor de Cáceres y a otro que van andando en una de esas cuestas. Los superamos y se nos une uno de ellos, pero para el de Cáceres definitivamente no son lo suyo las subidas. Así continuamos andando en las subidas, y cuando llaneamos empezamos a correr.

Así alcanzamos otro avituallamiento, el último nos advierten. Nos advierten del próximo trazado, muy peligroso, que parece haber fracturado a un corredor… unas compresas de tela manchadas de sangre al lado de la mesa de avituallamiento indican que hay que tener cuidado. Me animo con las golosinas, con la naranja, con el acuarius y con el agua. Los chicos me animan a llevarme más golosinas, y unas cuantas me las llevo para irlas comiendo por el camino.

Continuamos corriendo. Alarma general: un músculo que no sé identificar, lateral de la pierna parece tenso y me amaga con contracturarse. El otro chico y Luismi parecen animados con la zancada, y yo veo que me encuentro haciendo equilibrios con el músculo para que no salte. Veo peligrar el trio y volver a individual…pero tras superar el recorrido tan peligroso repleto de piedras traicioneras que nos advirtieron, y pasar por un arroyo, seguimos andando y reiniciamos un ligero trote, algo que me apetecía a pesar de situación muscular.

Ese giro en el arroyo me permite ver que tenemos unos perseguidores próximos, y es que nos hemos relajado un poco, el cuerpo me pide alargar un poquito más la zancada, pero el chico que nos encabeza no nos da más, y mi respeto a las posiciones y al trío “amistoso” que hemos formado evita superarle para marcar un ritmo mayor. Creo aguantar un poco más, y si hubiera ido solo lo habría hecho, pero a Luismi no le veo querer más, así que me conformo con el ritmo que nos marca.
Tanto es así que al final, ya descendiendo, acaban dándonos alcance. El corredor de Jaraíz, otro también mayor, y un par de chicas de amarillo. Luismi para, ha de evacuar líquidos, y yo tengo 2 opciones, esperar o seguir al otro miembro del grupo… paro, y el chicho lógicamente continúa con las chicas que nos habían superado, volviendo a ser una pareja de Zapatones.

Continuamos entre un trazado de canchales y piedras, con pendiente muy, muy favorable, tanto que recuperamos y damos alcance al de Jaraíz. Veo claramente un par torceduras de tobillo de éste, pero continúa. También nos marca un ritmo que yo creo poder superar, pero ya he tirado la toalla y permito mantener este nuevo trío, o al menos la pareja de Zapatones.

Una estrecha calzada ¿romana? Nos conduce descendentemente hacia meta, ya tenemos la sensación de haber acabado, pero no podemos relajarnos en mirar para otro sitio que no sea dónde ponemos los pies. El corredor de Jaraíz no para de hablar, … de tomar cervezas después de correr, de la media de Coria, de la dificultad de la prueba, etc…. y ya está claro que no vamos a hacer por alcanzar a nadie y que lo más fácil es que nos alcance algún corredor.

Suena la megafonía, la última rampa descendente está fotografiada por Josele, que me anima, con un Luismi ligeramente retrasado, llegamos al nivel de la meta, pero nos hacen dar una vuelta alrededor de un paseo, y tras unos escalones, hacemos por llegar a la par a Meta juntos y abrazados. Prueba superada, supongo que ya me vendrá la eternidad.